¿Cómo nació la idea de construir un Santuario?
La Hna. M. Clara había salido de Alemania en 1938 con la idea (algo remota) de construir un Santuario. Incluso había traído consigo los planos del Santuario original, pero nadie lo sabía. La idea de construir el Santuario nació de una necesidad impuesta por el apostolado. En todas las casas, tanto en la Argentina como en el Uruguay, comenzamos inmediatamente a trabajar con grupos de Schoenstatt. Para ello era imprescindible vincular a niños, jóvenes y adultos con la fuente de gracias: El Santuario.
Pronto nos dimos cuenta que esto era prácticamente imposible: Teníamos una gran foto del Santuario Original y también una ermita con la imagen de la MTA, pero nada de esto podía suplir la experiencia del Santuario. En 1941 surgió el deseo unánime de construir un Santuario exactamente igual al original. La causa no fue -como suelen pensar algunos- que las Hermanas construyeron el Santuario porque extrañaban Schoenstatt. No fueron tan fuertes las nostalgias ya que estábamos muy vinculadas interiormente al Santuario original y nos unía la gran misión apostólica.
La Virgen nos hizo ver claramente que, para quienes no lo conocían, era imposible una vinculación intelectual con un Santuario ubicado en Europa al que -por costumbres y posibilidades de aquel entonces- jamás iban a poder visitar. El fracaso apostólico por la falta de la fuente de gracias, nos unió profundamente a todas en esta dificil empresa de ser pioneras. Hablando humanamente, esta iniciativa era -desde todo punto de vista- una locura. En lo material, habíamos contraído grandes deudas al tener que pagar el pasaje de las últimas cinco Hermanas y sobre todo debido a la construcción del colegio, aún inconcluso.
A esto se sumaban los gastos normales de alimentación, servicios, etc. que casi no podíamos cubrir pues los ingresos no eran suficientes. (En el Uruguay los colegios privados no reciben subvención alguna del Estado). En mayo de 1941 surgieron algunas iniciativas para recaudar fondos: Al ser Nueva Helvecia un lugar de turismo entre Colonia y Montevideo, los fines de semana había una gran afluencia de gente. Dos Hermanas tomaron contacto con estas personas y trataron de interesarlas por el Santuario. Entre ellas se hallaba el dueño de una fábrica de fósforos de Montevideo que nos ayudó mucho en la realización de nuestro proyecto... Pero antes debo contarles del momento en que tomamos la decisión.
En las vacaciones de invierno hacíamos nuestros ejercicios espirituales. Nos reuníamos todas las Hermanas del Uruguay y de la Argentina: éramos veinte. A principios del mes de julio de 1942 llegó el momento histórico en el que nos decidimos a construir el Santuario. No fue nada facil tomar esta decisión: Todas conocíamos muy bien nuestra situación económica y por ello varias sostenían que primero era preciso pagar las deudas. El argumento era muy sensato, pero hacer esto nos hubiera insumido muchos años y nos urgía fundar Schoenstatt en estas tierras.
Eramos conscientes de que la construcción del Santuario iba a costar mucho: especialmente el techo, el retablo del altar y las ventanas. En todas nuestras casas filiales se podía "seguir tirando" pero no existían perspectivas de una posible mejoría por la carencia de Hermanas que aportaran su trabajo. Eramos solo veinte (distribuidas en la Argentina y el Uruguay) y todas alemanas; así que debíamos contratar personal docente al que -por supuesto- había que pagarle. Y sin embargo la construcción del Santuario nos urgía. Había aún un problema mucho más importante y delicado: ¿Podemos construir un Santuario igual al original? Al partir de Schoenstatt, todas escuchábamos en el canto de despedida, un estribillo que decía: "Solo hay un Santuario..." ¿Podríamos atrevernos a construir otro? ¿No era eso traicionar lo más esencial de Schoenstatt? ¿A quién preguntar? La guerra había interrumpido las comunicaciones con Alemania y no podíamos consultar nada a la Dirección de nuestra Familia ni a nuestro Padre y Fundador que estaba prisionero en el campo de concentración de Dachau... La decisión estaba totalmente en nuestras manos...
Las Hermanas de los otros países nos reprocharon nuestra "infidelidad a Schoenstatt" . Y a pesar de esta opinión adversa, estábamos totalmente convencidas de que habíamos sido enviadas aquí para edificar Schoenstatt y esto, sin el Santuario, era imposible. Para nosotras era evidente que debíamos edificar un Santuario en estas tierras. (Cabe recordar en este contexto que años más tarde, durante la larga búsqueda -de tres años y ocho meses- del terreno para la construcción del primer Santuario en la Argentina, el Padre y Fundador solía repetir a menudo: "Sin el Santuario no hago nada...") Volviendo ahora a nuestra historia, en ese encuentro de julio de 1942 estudiamos el asunto a fondo: Llegamos a estas conclusiones: