Relato de la construcción del primer Santuario filial de Schoenstatt

Fotos





IMAGENES DEL SANTUARIO DE SCHOENSTATT DE NUEVA HELVECIA





















Entrada de la casita del P. Kentenich junto al Santuario, donde se albergó en su estadía en N.Helvecia







Fondo de la misma casa al costado del Santuario donde vivió el Padre José Kentenich durante su permanencia en Nueva Helvecia


















Entrada al Parque José Kentenich, su lugar privilegiado frente al Santuario, donde oraba a Dios y a la Mater construyendo así su excepcional espiritualidad









Recuerdo a J. Engling, tu herencia, nuestra Misión





























MI HOGAR ES TU SANTUARIO


Somos peregrinos...
¿de donde venimos? ¿qué hemos dejado atrás?
nuestra casa,
el barrio
la parroquia.
¿a donde hemos llegado?
a un lugar de gracias,
al Santuario de la Sma. Virgen María, la Madre tres veces Admirable de Schoenstatt.
¿qué traemos?
muy poco. Sólo lo que cabe en nuestro corazón.
Allí están todos los que amo,
está la fatiga del trabajo,
la vida de mi barrio,
el acontecer de mi Patria.

Madre, he llegado a tu casa y mi casa.
No es una casa vacía, es un hogar cálido.
Me gusta estar aquí...
Vengo como el peregrino que encuentra hospedaje en medio del camino...
Llego como el hijo que vuelve al hogar a entregar todas las fatigas...

¿qué entregaré hoy a mi madre?
¿qué preocupaciones quiero confiarle?
¡le pediré perdón por mis faltas!
¡Daré gracias por lo que recibo cada día!


Al abrir tu puerta, mis ojos captan lo central de este lugar TU IMAGEN...Ahí estás tú. Me miras de frente, saliendo a mi encuentro e invitando a quedarme...Yo sé quien eres. Tú sabes quien soy. Yo sé que eres la Madre de Dios, de aquel niño que llevas en los brazos. A veces pienso que es lo que quieres decirme al tener a Jesús niño en los brazos...¿será para decirme que así de pequeño soy ante Dios?... Los hombres podemos construir casas, inventar máquinas y dominar la tierra o escribir libros, pero nunca perdemos la condición de hijos ante Dios. Ese fué el regalo que recibimos en el bautismo. Somos hijos, como lo es Jesús.

Así al entrar a tu Santuario, y mirar tu imagen me recuerdas la feliz condición de hijo ante el Padre Eterno. Soy parte de la familia de Dios. ¡Gracias por ese modo de recibirme a mí y a todos los que vienen aquí! Me recibes diciéndome ¡hijo!


Madre, sobre tu frente veo una CORONA. Tú eres Reina de todo lo creado. Así lo rezamos en el Rosario. Un día, Dios Padre te llevó al cielo y te regaló una corona, y le ayudas a conducir la historia de Salvación de los hombres. Eres Reina y tienes mucho poder. No es el poder de las armas ni del temor; tu poder es el amor. ¡Me da tanta tranquilidad saber que eres mi Reina! Cuantas cosas del futuro me preocupan, me desanimo cuando cada día veo que es tan difícil luchar para ser mejor; temo dejarme llevar por la tentación de amar a medias... también me da susto perder a mis seres queridos...Pero esa corona me recuerda que tú eres mi Madre, mi Reina y que tienes un inmenso poder, y que para tí no hay nada imposible y me conducirás por los caminos de la vida con sabiduría y puedo confiar que todo lo que ocurre es bueno para mí. Mi Reina, yo quiero proclamar a todo el mundo que tu reinas con la ley del amor y de la misericordia. Cada día quiero regalarte la coronita de mi amor de hijo.


Tu cuadro está rodeado por unas palabras: Servus Mariae nunquam peribit. Eso significa EL HIJO DE MARIA NUNCA PERECERA. Madre, yo soy tu hijo. No pereceré porque tú, la Madre de Dios te haces cargo de mí. ¡A cuántos peligros me expongo! ¡Cuántos ídolos llaman mi atención! Pero nada me alejará definitivamente de tí. Todo lo que ocurre es un peldaño para llegar más pronto a tí y a Dios Padre. La duda, la vacilación, el pecado, el fracaso no podrán apartarme de tí. Tu estarás siempre tras cada uno de mis pasos. Todos me podrán abandonar pero tú ¡jamás! Otros podrán dejar de creer que soy capaz de algo bueno, pero tú siempre creerás en lo bueno y noble que hay en mí, y esa confianza me levantará, me impulsará a caminar por la vida con alegría, con paz, con fortaleza. Tus hijos nunca perecen.


Madre, bajo tu imagen veo la CRUZ DE LA UNIDAD. Allí estás como mujer fuerte junto a tu Hijo. Ambos están compartiendo esa hora de dolor. ¡qué clara es allí tu imagen de mujer! La que acompaña, la que colabora, la que se entrega junto al que ama. Allí eres toda entrega, plenamente olvidada de tí misma.
Al mirar esa cruz no puedo dejar de recordar aquella hora en que Jesús dijo al apóstol Juan, ¡he ahí a tu Madre! y a tí ¡he ahí a tu hijo! Desde esa hora la Iglesia te sabe su Madre. Ahí Jesús te regaló como la herencia más preciosa. Esa es la herencia que el Padre José Kentenich tomó tan en serio...
Madre, cuando sufra, enséñame a no dejarme abatir, sino que reconozca la voluntad del Padre y una mi dolor al del Señor crucificado.
Madre, hoy, Jesús sigue sufriendo en todos mis hermanos que sufren, en mi familia, en mis vecinos, en los más pobres, ¡en tantas personas! Yo quisiera ser como tú y estar junto a este Cristo crucificado hoy. Edúcame a tener esa solidaridad tan grande como la que veo en tí.


Mis ojos se detienen en el TABERNACULO. Sé que Jesús está allí, me lo confirma esa luz perpetua encendida. ¿pudo Jesús habernos dejado un regalo más grande que quedarse personalmente en un trozo de pan? ¡Tantas veces cuando camino por las calles paso frente a Iglesias sin tomar conciencia que ahí está el Hijo de Dios, el que murió y resucitó por nosotros!
Madre, en este momento quiero silenciar unos segundos el corazón y mis pensamientos para adorarlo, para amarlo...
Muchas veces cuando entro a tu Santuario, encuentro a Jesús expuesto en el Santísimo. Tú me llevas a Jesús. Madre, tú eres la puerta de entrada hacia el corazón de Jesús. Por tí, en tí, vino Jesús al mundo. Por tí también vendrá a mí y trabaremos una amistad, una relación personal.
Madre, yo quisiera conocer más a Jesús, quisiera comprender su Evangelio, aprender de sus palabras y su ejemplo. Yo quisiera saber que espera de mí, de mi trabajo, de todo mi actuar.


Si levanto la mirada, veo una figura de paloma. Así representa la Iglesia al ESPIRITU SANTO. Uno sabe poco de El, sin embargo siempre está actuando porque lo recibí en el bautismo y en la confirmación. El me permite comprender lo que dice la fe. El me da el vigor para vivir cada día como hijo de la Iglesia del Señor, como auténtico cristiano. El me fortalece cuando el dolor parece sobrepasar las fuerzas humanas. El me ayuda a estar atento a las necesidades de mis hermanos y sobre todo, El me ayuda a buscar la voluntad de Dios y a cumplirla con alegría y generosidad.
Madre, los apóstoles esperaron contigo la venida del Espíritu Santo en el Cenáculo. Ahora pídelo para la Iglesia, pídelo para nuestra Patria, pídelo para cada creyente, pídelo para mí. Contigo rezo: ¡Ven Espíritu Santo! ¡Ven Espíritu Santificador! ¡Ven a repartir tus dones de amor!


También mirando hacia arriba veo otro símbolo, es un triángulo. Es el SIMBOLO DEL PADRE ETERNO. Aquí en tu Santuario me encuentro con la Trinidad: Dios Padre, Dijos Hijo y Dios Espíritu Santo.
Hoy nos cuesta ver a Dios como Padre, me cuesta verlo en medio de la vida cotidiana. Ni siquiera pensamos que Dios Padre tiene un plan de amor para nuestra vida y que nos conduce según ese plan. Creemos que todo depende de nosotros: la salud, el bienestar, nuestros hijos, nuestros padres, el trabajo seguro, el estudio, la concordia familiar, la justicia. Pero, por más que llene mi tiempo con actividades, música, entretenimientos, siempre tengo necesidad de un padre que me sostenga, que me ayude a arriesgarme y por sobre todo, que conduzca mi vida según su plan de amor y misericordia.
Madre, regálame a mí y a muchas personas, un encuentro personal con el Padre Dios, para rezar de corazón la oración que nos enseñó Jesús: Padre nuestro...


Madre, cerca de tu imagen, veo las figuras de SAN PEDRO y SAN PABLO. Ellos representan a los apóstoles, a quienes Jesús les confió el mensaje de salvación y luego entregaron todas sus fuerzas, capacidades y vida para anunciarlo con fidelidad y valentía.
Madre y Reina de los Apóstoles, dame ese espíritu apostólico para ser un fiel testigo del Evangelio de Jesús. Por todo mi ser, por todo mi actuar, por mi entrega desinteresada quiero ser discípulo del Señor en este tiempo. Permite que no busque tanto mi propio éxito sino la victoria del amor de Jeús. Enséñame a apropiarme de las bienaventuranzas para así colaborar con el Reino de Cristo, un reino de hijos y hermanos.
Madre, me entrego en tus manos, tómame como un instrumento disponible y apto para la renovación religiosa moral del mundo, desde tu Santuario, allí donde estoy cada día.


Ahí veo un ángel, es SAN MIGUEL: está pisando una serpiente que representa al demonio y que con su lanza le atravesará la cabeza.
Madre, yo creo que el demonio existe. Lo he experimentado cuando veo tantas desuniones que humanamente no se explican, o en esos pecados como el odio, la mentira, la profanación del cuerpo, la hopocresía...También lo he experimentado en mí mismo como una fuerza que me empuja al mal, que me debilita la voluntad y hago lo que no quiero hacer.
Madre, yo creo que tú luchas contra el demonio y que puedes vencerlo y por eso quien se acoge bajo tu manto está protegido ante su acción destructora. ¡Ayúdame a vencer el pecado y a resistir a la tentación! ¡vence en mí cuando experimente esa tendencia a no actuar bien! ¡vence sobre mi egoismo y mi ceguera!


Cuando vengo al Santuario, normalmente NO ESTOY SOLO. Aquí veo entrar a niños, jóvenes, señoras, matrimonios. Son muchas personas las que vienen a hablar contigo, a contar sus penas, a buscar consuelo, ánimo y fortaleza. En la vida tampoco estoy solo, necesito de otras personas para subsistir. Aún más, somos responsables los unos de los otros. El bien o el mal que yo haga tiene repercusión en otras personas. Yo soy responsable de la salvación de mi familia, de mis amigos, incluso Jesús habló del amor al enemigo. Por todos ellos te ofrezco mi oración y el sacrificio de la vida diaria.
Madre, soy parte de la Iglesia, la familia de Dios y con ella quiero construir un mundo mejor, donde se ame más a Dios y donde haya más fraternidad y justicia.
Me gusta este Santuario. Es pequeño, hay claridad...Con gusto llego hasta aquí, lo siento mi hogar. Yo también quiero ser un SANTUARIO VIVO. Madre, quiero tener todo lo que encuentro aquí, esa calidez, esa presencia tuya y del Señor. Quiero que en mí puedan cobijarse muchas personas, quiero abrir las puertas de mi corazón para que otros se encuentren contigo, sean transformados por tí. Quisiera poder prolongar esta experiencia que me regalas en este lugar santo.
En el mundo hay muchos Santuarios como éste. Son copia del SANTUARIO ORIGINAL que está en Schoenstatt, Alemania. Aquel Santuario original nació el 18 de octubre de 1914 cuando el Padre José Kentenich selló una Alianza de Amor contigo.
Madre, si yo sello una ALIANZA DE AMOR contigo, tú me transformarás en un Santuario vivo, tu propio hogar, tú irás grabando en mí tu imagen, tus rasgos y me regalarás tu misión.





POR FAVOR, VISITE EL SANTUARIO DE SU PAIS.

ALLI, LA SANTISIMA VIRGEN LO AGUARDA Y ESPERA.

DISFRUTARA DE UNA EXPERIENCIA MARAVILLOSA ANTE SU SOLA PRESENCIA.

GRACIAS POR SU GENEROSIDAD.



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